Publicado el 13/10/21
La industria editorial es una actividad que nos apasiona particularmente. En realidad nos apasionan los libros y esta industria se encarga de volverlos realidad. La vida con sus causalidades nos llevó a relacionarnos con la industria y a entender los procesos desde adentro., y también a poder asesorar a diferentes partícipes de la cadena de valor de la industria con respecto a su operatoria y rendimientos.
En un posteo anterior nos enfocamos en los costos editoriales, sobre todo para el editor que asume el riesgo de publicar las obras que se encuadran dentro de su línea editorial. Nos parece interesante en esta ocasión describir los diferentes participantes de la cadena de valor y las tareas que se deben desarrollar para tener un libro listo para ser leído por el público lector.
El autor es el primer eslabón de esta cadena. Su idea plasmada en una obra literaria, palabras encadenadas contando una historia de cualquier género, es la que da inicio al proceso. Existe una fantasía romántica respecto al oficio de escribir y las editoriales peleándose por la publicación de esa pieza brillante de literatura, la cual nos parece importante desmitificar. Las grandes editoriales tienen autores seleccionados, una línea editorial y concursos armados para buscar nuevos talentos. No están esperando el manuscrito de un autor novel para poder salvar su plan editorial anual. Es más, varias de las más grandes no revisan obras de autores que no tengan publicados por lo menos otros tres libros. Suena duro, pero es igual en la industria de la música y la de otras artes. Se debe probar la persistencia en el trabajo de escribir y querer publicar, para que quieran asumir el riesgo de editar y distribuir la obra de un autor que se inicia. Dejemos acá este punto para analizar los otros eslabones del proceso editorial, y ya volveremos a analizar otras alternativas para la publicación en próximos posteos.
Un segundo participante en este proceso es el corrector, encargado de leer con ojos críticos a la búsqueda de las esquivas erratas ortográficas y de tipeo y, por qué no, de la coherencia en el estilo y la fluidez de la narración. En este rol deberá equilibrarse entre la intención y las formas del autor y la gramática castellana con sus mandatos.
Luego entra en escena el encargado de transformar el manuscrito en libro, el diseñador que realizará la maqueta, traduciendo los deseos del autor: caja, tipografía, con o sin ilustraciones, a color o en blanco y negro, con qué diseño de tapa. La presentación al lector y la invitación a leer o no va a depender mucho de este rol. Es importante que conozca del oficio, tenga el grado de atención al detalle requerido y pueda interpretar las ideas del autor. En paralelo con esta tarea, y a completar antes de la finalización de la maqueta, está la registración de la obra a nombre del autor-editor o del editor encargado, para gestionar el número de registro de la misma (ISBN).
A partir del libro maquetado, ya puede pensarse en cómo llevarlo a la realidad, volverlo tangible, objeto a ofrecer. Buscar la oferta disponible de imprentas en la zona, pedir presupuesto, definir tipo de papel, gramaje, cantidad de páginas, tipo de encuadernación, tirada, a una, dos o cuatro tintas, offset o digital, laminado o mate en las tapas, con o sin solapas y otras tantas cuestiones que pueden marear la primera vez que enfrentamos este tipo de presupuesto. Cada una de estas decisiones va a modificar el costo unitario de la edición y por supuesto, va a modificar el precio de venta a fijarle al libro terminado. Una vez definidas todas estas cuestiones, queda una visita más a la imprenta antes de tener los libros impresos para distribuir: la revisión de la prueba de imprenta, para dar vía libre a la impresión de toda la tirada encargada.
Se debe tener armado el circuito de distribución antes de la salida del libro de imprenta, para optimizar la llegada a los potenciales lectores. Cualquiera que esté en el negocio sabe que los libros pesan y ocupan lugar, entonces no es la mejor opción tenerlos juntando tierra en un depósito o en nuestra casa, sino que deben estar en los lugares a donde los autores van: ferias y librerías, analizando cuáles de esas son las mejores para el tipo de libro que se escribió, imprimió, editó. Además, deberá realizarse una campaña sólida y bien dirigida, apoyados en redes sociales para optimizar la inversión de tiempo y dinero, para informar a los lectores ideales que existe tanto el autor como el libro naciente y dónde lo pueden encontrar.
De este recorrido vemos que el final de la escritura es el principio de un proceso más largo, hasta tener el libro en manos de los lectores y que el camino del autor independiente es arduo y puede agobiar si no cuenta con los conocimientos o el tiempo para hacer este recorrido. Aparece como alternativa el rol del consultor editorial, que acompaña al autor en el camino, ocupándose de todas las gestiones a partir de sus ideas y ayudando a que la satisfacción de ver su libro en la vidriera de su librería favorita no se vea mitigado por un proceso tortuoso de gestiones y decisiones crípticas.