Publicado el 10/04/24
Nos creímos que somos multitarea (multitasking, para los fanas de los términos en inglés), nos asimilamos a computadoras, olvidándonos o desconociendo que las computadoras multitarea, en realidad, cambian de una tarea a la otra a toda la velocidad que permite su reloj interno, imperceptible para el cerebro humano, pero ejecutando siempre de una tarea a la vez. Y sin considerar que el cerebro humano no tiene un reloj que con sus vueltas nos marque el ritmo.
Y llegamos al final del día con la sensación de no haber hecho nada, porque nada se terminó del todo, porque nada nunca se termina de una sola sentada, porque dejamos que todos nos interrumpan.
La sobrecarga es la queja más frecuente entre colegas, sufridos contadores en esta Argentina 2024. Lo leo en cada encuesta que recibo para mi trabajo de investigación. ¿Es tan así? ¿Tiene solución?
Con ese tema dando vueltas, porque impacta en mi tesis, que está rondando estos días, arranqué un martes temprano, con un balance como meta (y con más conciencia en lo que hago). Como siempre la fecha de la asamblea se puso antes de analizar la fecha de cierre del balance y el tiempo de completar el trabajo de auditoría. Tienen contratada auditoría permanente, entonces no debería ser tanta la corrida, pero podría haber sido menos, preguntando antes. La inflación mensual de febrero fue del 13.2%. Pero el índice acaba de publicarse. ¿Estarán las tablas actualizadas para poder terminar el ajuste interanual o habrá que hacerlo a mano? ¿Llegó a actualizar todo para presentar mañana para legalizar? ¿Pagaron el arancel (nunca puse plata de mi bolsillo para un trabajo que no necesito yo)?
Mientras reviso la página de FACPCE, rogando por el coeficiente de febrero, llama inspectora de AFIP, por un requerimiento de información que había completado para otro cliente. El inspeccionado (no mi cliente) decidió bloquearla y no atenderle ni mail ni teléfono. Entonces tiene que reconstruir su vida económica desde los clientes. El inspeccionado vive en 1985, claramente. Inspectora muy amable (porque yo ya le había mandado todo lo que pedía), quería confirmar la info nomás. Llamó dos veces, la atendí, nunca se sabe cuando la vida da vueltas y la tenés enfrente en serio, no como ahora.
Y es mediodía o casi. Y si no cocino, no comen. Adolescente recién vuelta de la escuela, niña yendo. Imposible que no coman… Les doy tiempo para el índice de febrero. Me dedico a las tareas domésticas. Almuerzo y llevada a la escuela. Que los platos los lave otro… Nuevo intento.
Vuelvo al balance y me piden un informe que estaba listo, pero con un agregado. Vuelvo al informe que había marcado como resuelto y corrijo con lo que me pidieron. Envío nuevamente cruzando los dedos. La cliente está en una reunión revisando el informe y me obliga a dejar todo, para poder pasarle los datos referidos a gestión que necesita para conciliar con los otros participantes. Termina y me deja de tarea el ajuste de los precios de todos los productos (para dentro de una semana, porque sino, llegamos tarde). Anoto. Y pretendo seguir…
Pero antes reviso Whatsapp como quien se asoma al abismo. Detonado. Consultas varias de todo tipo. Contesto las que llevan menos de 3 minutos. Los dejas contentos en lugar de esperando y eliminas un pendiente. Anoto tareas de las que llevan más tiempo. Y aviso, esto lo tengo que analizar, lo hablamos en tal fecha. Y fijo la fecha en donde me anoté la tarea para que no quede en el aire, para que no pregunte antes, para que no se me pase.
Y son las 17hs y en 15 minutos sale hija menor de la escuela. Dejo todo, salgo sin celu, caminos dos cuadras libre, sólo con mi cabeza. La retiro, volvemos charlando. Dos cuadras en las que me cuenta todos los problemas que tuvo, las cosas buenas, las divertidas y los enojos. Llegamos. Ariel, compañero de vida y oficina terminó de trabajar. Preparo mate, arrancamos a la adolescente de la computadora. Compartimos un rato familiar.
Y a las 19hs, vuelvo al balance, calculo el coeficiente anual, porque el índice nunca se publicó, chequeo que el arancel esté pago (estaba), controlo e imprimo todo. Mañana será otro día.
¿Les suena? Seguramente, con las variantes típicas, es similar a un día de muchos de mis colegas. Y puede ser muy frustrante…
Cuando dejé de trabajar en relación de dependencia y empecé a trabajar como “sola†(además de madre primeriza con beba de 6 meses), pretendía que el tiempo me rindiera igual que cuando estaba en la empresa. Muchos gritos, enojos y frustraciones después entendí un poco mejor la dinámica. Trabajo como profesional independiente para regular mis horarios. Entonces… ¿por qué tengo que trabajar de 9 a 17? ¿Por qué tengo que atender el teléfono al mediodía que mis hijas me necesitan enfocada en el almuerzo y en llegar a tiempo a la escuela? ¿Por qué no puedo cortar de 17 a 18 o 18.30hs para merendar cuando vuelven de la escuela?
Con tiempo y paciencia entrené a mis clientes para que no me llamen o no esperen respuesta entre las 12hs y las 14hs. Con tiempo y paciencia entrené a mis clientes (salvo a uno) y a mis alumnos, para que escriban a Whatsapp sin esperar una respuesta inmediata, sabiendo que durante el día reciben respuesta. Y aprendí yo también, con esfuerzo, que no hace falta atender aunque el teléfono suene. El teléfono siempre suena.
Al entrenamiento de los clientes ayudan también los mensajes en los estados o alguna respuesta automática que les de una pista de cuándo se va a atender su urgencia (casi nunca lo son).
A la paz mental, a la mía, por lo menos, ayudan las listas de tareas (pude cambiar la física por la digital) definiendo fechas, que se comunican a los clientes, para setearles las expectativas y manejar las ansiedades. Y un cuadernito al lado del teclado, para borronear ideas y pensar en analógico.
Siempre va a sonar el teléfono, siempre va a aparecer alguien con una necesidad nueva, siempre nos van a interrumpir con algo. El desafío y el aprendizaje es que no nos saquen de eje con todo eso y no creernos que podemos resolver todo al mismo tiempo. ¿Tienen alguna estrategia para sumar?